No debe confundirse esta ola antiseñorial con el movimiento comunero propiamente dicho.
Lo que ocurrió en realidad fue que las comunidades locales de las villas y ciudades sometidas al poder señorial aprovecharon la crisis generada por la guerra civil para revivir sus antiguos reclamos de vuelta al realengo.
Además, no todas las ciudades rebeladas terminaron prestando apoyo a los comuneros, aunque un número importante sí lo hizo: las siete Merindades de Castilla la Vieja, Palencia, Dueñas, Chinchón, Moya, etc.
[6] Al día siguiente mandó también que quien armase el menor alboroto fuese reo de muerte y que se designasen veinte hombres para asistir con voz y voto al concejo.
[9][11] El duque también prometió actuar con clemencia si se rendían, pero lejos de eso, los amotinados respondieron hostigando a la fortaleza que permanecía leal y disparando la artillería contra él y su ejército.
[15] Solo dos personas resultaron muertas en el enfrentamiento, aunque inmediatamente se ejecutaron a otros cuatro individuos, entre ellos un tal bachiller Castillo que había venido de Santo Domingo de la Calzada, por su responsabilidad en la rebelión.
[17] Inmediatamente enviaron procuradores al cardenal Adriano para pedirle que se designaran nuevos funcionarios reales y un corregidor.
Pero ante la tardanza, el 11 de julio, las tres lanzaron un requerimiento advirtiéndole que si no eran atendidos sus sentimientos de vuelta al realengo, no tendrían otra opción que exigir justicia a los comuneros.
[17] El Consejo Real entendió entonces que lo mejor sería aceptar los hechos consumados y solicitar al rey la confirmación de sus privilegios.
Así ocurrió, y el 9 de septiembre, Carlos I firmó la cédula por la cual devolvió formalmente estas tres villas al patrimonio real.
Madrigal, por su parte, impidió en dos ocasiones la entrada de Padilla en la ciudad, y solamente Olmedo parece que se mostró más flexible con los rebeldes, aunque en términos muy generales y sin tomar ningún compromiso al respecto.
A la mañana siguiente, la campana concejil tocó a rebato y los vecinos se congregaron frente al ayuntamiento exigiendo que se tomase el castillo de Villamuriel.
El regimiento comenzó a deliberar en medio del tumulto, pero los agitadores, cansados de esperar una respuesta satisfactoria, condujieron a la muchedumbre hacia el castillo e incendiaron la casa episcopal derribando la mayor parte de la torre.
Ejecutado esto, la Comunidad confió la estratégica fortificación a Gaspar de Villadiego.
[25] El 4 de septiembre el mismo conde escribió una carta a Palencia pidiéndole a la ciudad que no apoyase a los sublevados, ya que la Comunidad de Valladolid había decidido no hacerlo y porque toda diferencia que tuviesen los eldanenses con su señor debía encauzarse por la vía judicial, en la Chancillería.
[29] Unos días antes, el 9, el mismo conde de Buendía había elevado al rey una doble petición, por la cual solicitaba la inhibición de los fiscales reales en su pleito contra Dueñas y demandaba la necesaria orden real para que la villa se reintegrase en su señorío.
Temiendo que la aristocracia pudiese hacerle frente, la Junta dio toda clase de seguridad a los nobles, al mismo tiempo que les aseguró que serviría de mediadora entre Dueñas y el conde:[32] Los acontecimientos en Castilla evolucionaron rápidamente introduciendo una variación en la relación de fuerzas.
Los acontecimientos de Dueñas y lo que se reprodujeron en otras partes muy pocas semanas después llevaron a que la nobleza abandonase su apatía ante el conflicto y se enrolase en las filas del poder real.
Juan Fernández Marañón trasmitió la noticia a la Junta y aprovechó la ocasión para hacer dos observaciones: primero, dichas personas particulares habían dado la razón al hijo del duque de Nájera por miedo a las represalias, por lo que se debía considerar nulo el juramento hecho al respecto; segundo, era necesario proveer a las Merindades de un capitán general o corregidor.
[51][50] En ese sentido, detuvo al oficial de justicia nombrado por el Condestable en esas tierras.
[52] También encontró ciertos capítulos que algunos habían otorgado a Iñigo Fernández de Velasco.
El Condestable impuso en su feudo y en las Merindades una represión particularmente dura, y llegó a pedir también una indemnización por los daños que los comuneros habían causado a Medina de Pomar: 1.800.000 maravedís.
La condesa reclamó 37 millones de maravedíes; los jueces le concedieron 11.540.287 maravedíes en 1524, pero hay que decir que las víctimas ya habían recuperado por su propia autoridad y sin esperar al veredicto quince millones.
[66] En la noche del 30 y 31 de octubre llegaron a esta villa 3.000 hombres armados.
[67] Con todo eso, se entiende que la aparente sumisión del marquesado no durase mucho.
Al parecer, Cárdenas luchaba y a su paso Montalvo administraba la justicia contra los vencidos.
El 26 de marzo Moya volvió a manos del marqués, mientras que Requena cayó recién en mayo.
Los conflictos del marquesado de Moya con su señor no terminaron con la revuelta comunera.
Pero esta vez, la villa prefirió optar el camino del derecho y acudió al Consejo Real para satisfacer sus demandas.
En Santa María del Campo Rus, los vasallos le negaron obediencia a su señor Bernardino del Castillo Portocarrero (que sin embargo pudo escapar de la bronca de sus súbditos al residir en Salamanca), depusieron a las autoridades y oficiales de justicia por él nombradas y le requisaron cuantos bienes poseía.