Para que la restauración ecológica sea realmente ecológica debe realizarse desde una aproximación holística,[3][4] que contemple conocimientos ecológicos científicamente contrastados, criterios socioeconómicos, contexto cultural en el que se realiza la intervención, e incluso, la emoción y la sensibilidad de cada uno de los pobladores y usuarios de los ecosistemas o paisajes a restaurar.
Desde entonces, y especialmente desde el comienzo del siglo XXI, la restauración ecológica no sólo se ha enriquecido, sino que incluso se ha redefinido al incorporar conocimientos históricos, culturales, sociológicos, y económicos, adquiriendo una visión holística del tratamiento de los espacios degradados.
Es decir, lo que resulta exitoso en un enclave puede ser un clamoroso fracaso en otro lugar de características aparentemente semejantes.
Los Estándares reconocen que un diseño apropiado requiere: 1) Conocer y analizar el ecosistema a restaurar, tanto en su biodiversidad como en funcionamiento.
Se sugiere involucrar a todas las partes interesadas en la restauración de un determinado sitio o ecosistema (sector académico, ciudadanos, sector gubernamental, ONGs, etc) para utilizar distintos tipos de conocimientos (cultural, académico, legal, etc.).
3) Establecer el ecosistema de referencia (nativo) y verificar sus atributos para determinar las actividades a realizar, las variables o indicadores a medir para luego poder monitorear y estimar el grado de restauración logrado en el tiempo.
Sencillamente porque volver al pasado es termodinámicamente imposible y toda degradación ambiental severa conlleva una pérdida neta irreversible.
La memoria ecológica se almacena en el clima, en el relieve, en el suelo, y en las comunidades de organismos, incluyendo a los seres humanos.
Esa secuencia constituye lo que se conoce como «trayectoria ecológica» de los ecosistemas afectados.
[15] En este contexto, se entiende como proceso ecológico cualquier cambio -o conjunto de cambios- que tiene lugar en el seno del ecosistema.
[22] Por este motivo, se recomienda que antes de diseñar la intervención a escala local, se analicen y contemplen los procesos ecológicos críticos siguiendo una aproximación tipo zoom desde las escalas más gruesas hacia las más finas o detalle.
[23] Finalmente, es esencial comprender que la restauración ecológica de un espacio degradado concreto no dispara una secuencia lineal, en la que se suceden las etapas de una forma direccional, única y por tanto predecible.
El papel del restaurador no se limita a acelerar o catalizar una secuencia predefinida, sino que en su mano está el orientar la evolución del sistema hacia una configuración o estado seleccionado entre los varios posibles en el contexto de la metaestabilidad ecológica.
Esta toma de decisiones al finalizar cada fase se apoya en el proyecto de restauración ecológica que debe anticipar las posibles respuestas, modelos o escenarios que describen la evolución esperada del sistema.
El reto consiste en encontrar el balance entre adquirir nuevo conocimiento y acortar el tiempo de ejecución.
(abreviadamente, FRER), que sustituye al anterior Fondo para el Patrimonio Natural y la Biodiversidad.
Asimismo, podrá actuar como instrumento de cofinanciación destinado a asegurar la cohesión territorial, exclusivamente en la medida que fueran compatibles con los objetivos asignados en el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia.