El principal contexto arqueológico para determinar las creencias escitas son los yacimientos funerarios en los que se sacrificaban caballos y se enterraban carros desde el Neolítico hasta tiempos históricos.
Menciona ocho divinidades en particular, siendo la octava adorada por la realeza escita y situando sus equivalencias.
Entre los sacrificios se incluían diversas clases de animales, aunque los más frecuentes eran los caballos.
Los cerdos nunca se ofrecían en sacrificio, y los escitas eran reacios a criarlos en sus tierras.
[2] Heródoto describe los sacrificios escitas de esta forma: Aunque aparentemente Tabiti era la divinidad más importante del panteón escita, la adoración del dios al que Heródoto se refiere como «Ares» era única.