Esto último motivó la errónea interpretación de Dagan (cereal) como el dios pez (Dagón entre los filisteos).
Baal (b’l, dueño o señor) era una designación general que pasó a constituir la denominación de Hadad, el dios de las lluvias, convertido en el «dueño» o «señor» por antonomasia en una sociedad agrícola que vive pendiente de las lluvias para lograr las cosechas.
Los antiguos hebreos habían vivido en Egipto bajo la influencia del culto a Él (difundido por los hicsos.
Hubo cierto sincretismo, puesto que respetaron los dioses de los egipcios y sus costumbres).
Una vez en su Tierra Prometida, los hebreos quedaron rodeados de pueblos que adoraban al mismo dios El-Il-Dagan y a su hijo Baal-Hadad-Hammon.
Los líderes hebreos justificaban sus guerras de aniquilamiento contra los pueblos vecinos como el único medio para desechar el culto pagano a «los Baales» para servir al Dios único, vivo y verdadero, Yahvé (YHWH), que les permitiría vivir en un ámbito de justicia, verdad, rectitud y compasión, conceptos que los hebreos parecían aplicar solo a sí mismos (pero en Éxodo se ve como Dios perdona a Israel, pero no deja sin castigo al culpable), mientras afirmaban que los pueblos cananeos eran mercaderes acostumbrados al engaño para conseguir riquezas.
Los parientes muertos eran venerados y a veces se les pedía ayuda.