Estas redes, casi invisibles a la luz del día, pueden enredarse en arrecifes, rompiendo los corales, o flotar a la deriva en mar abierto donde pueden enredar peces, delfines, tortugas marinas, tiburones, dugongos, cocodrilos, aves marinas, cangrejos y otras criaturas, incluidos ocasionales buzos humanos.
Éstas están ancladas al fondo del mar y en el borde superior con boyas de flotación.
Dada la alta calidad de los sintéticos usados para fabricar las redes, estas capturas pueden continuar por mucho tiempo.
Las redes antiguas eran de fibras vegetales, como cáñamo, que perdidas terminaban pudriéndose y desapareciendo, pero desde mediados del siglo XX fueron rápidamente sustituidas por las de fibras sintéticas, como nailon, más resistentes y duraderas por lo que crean otro problema al quedar abandonadas, porque el plástico dura siglos y solo se va fragmentando hasta acabar reducido a microplásticos que entran en el sistema alimentario marino.
En 2015, una misión liderada por WWF en el Mar Báltico logró recuperar 268 toneladas de redes, cuerdas y otros materiales.