Desde la fundación del Consejo de Castilla y en especial desde principios del siglo XV, casi todos los gobernadores y presidentes de este habían sido eclesiásticos constituidos en dignidad.
Tuvo su origen el año 1518 habiendo sido perfeccionada su organización en 1523 pues aunque desde el año de 1387 se servían los Reyes de cuatro ministros letrados, que llamaban Silenciarios por las cosas secretas que les comunicaban en su Real Cámara donde asistían y de que provino el nombre.
Fue del agrado del César elegir por camaristas tres o cuatro consejeros del de Castilla (cuya práclica se continuó sin número fijo) para que confiriesen y consultasen al rey las dependencias que indistintamente se les cometían pues no tuvo negocios propios, ni señalados hasta que Felipe II por su Real Cédula de 6 de enero de 1588 le aplicó el conocimiento de todas las materias pertenecientes al Real Patronato eclesiástico, Gracia y Justicia con jurisdicción privativa en cuanto a ellas tocase.
Felipe III por su Cédula despachada el año de 1608 confirmó la instrucción dada por su padre y la amplió especialmente en lo que pertenece al Real Patronato eclesiástico inhibiendo a todos los demás Consejos y tribunales de su conocimiento como lo hacían antes las Chancillerías en sus distritos.
Pio VI aprobó al año siguiente estas disposiciones en obsequio de la Cámara.