Raymond Depardon

Así sucede con San Clemente (1982), donde se detiene en la vida cotidiana en un manicomio situado en una isla veneciana.

Depardon es un autor humilde, nada impositivo ("no trato de incomodar; soy tímido y melancólico, prefiero hacer las fotos desde cinco o diez metros"), no indaga sobre la locura sino que registra lo mejor posible -indirectamente- las apariencias, la atmósfera, los ritmos de esos lugares segregados.

Y en 1988 utilizará esa experiencia anterior para rodar ahora Urgencias, psiquiátricas de nuevo, en el hospital Hôtel-Dieu de París, con un estilo aún más despojado que antes.

[1]​ Otro tanto ocurrirá con Delitos flagrantes (1994) y, diez años más tarde, 10ª sala, instantes de audiencia (2004), que recoge declaraciones ante el fiscal de presuntos pequeños delincuentes.

Los rodó pidiendo permiso a estos, y no adjuntaba los castigos posibles.