Luego, a los trece años, marchó al seminario diocesano de Santiago de Compostela, donde permaneció seis años hasta que, pese a su brillante expediente, perdió la beca, lo que supuso para él «una liberación» y afianzó su anticlericalismo.
También, cuando estaba en la ciudad cubana de Colón, inventó una máquina para plegar periódicos cuya patente vendería más tarde en Nueva York.
El aparato podía resolver 698.543.721 x 807.689 en veinte segundos, siendo la más veloz y precisa de la época.
También se proclamó antimonárquico, denunció la dejadez de la embajada española en Estados Unidos y se ensañó particularmente contra el embajador Juan Valera, el famoso escritor, capaz de reunir cuantiosos fondos para homenajes espectaculares y olvidarse de hacerlo para auxiliar a las víctimas del cólera morbo en España.
En esa ciudad volvió a publicar en 1898 la revista El Progreso y siguió ejerciendo de periodista hasta su muerte.