Rafael Cordero y Molina

El maestro estableció una escuela para instruir a los niños pobres, negros y mulatos.

Rafael se dio totalmente: su vida, su tiempo, sus energías y todos sus bienes como ofrenda de amor a Dios y a su prójimo, haciendo de su casa en la calle Luna del Viejo San Juan la escuela del amor divino.

Sin embargo, Rafael no utilizó dicho dinero para sí, sino que, con una parte compró vestimentas y libros para sus discípulos más necesitados, y repartió la otra entre los limosneros de la capital.

Ya anciano, recibió del gobierno una ayuda de 15 pesos mensuales.

Hasta tan sólo ocho días antes de morir, el maestro Rafael Cordero estuvo impartiendo lecciones a sus niños.

Muchas escuelas y otras obras públicas del país llevan su nombre, pero su fama trascendió los límites de la isla.

También, varias escuelas en los Estados Unidos han sido bautizadas con el nombre de este ilustre puertorriqueño.

La escuela del maestro Cordero (1891), por Francisco Oller .