Rafael Aburto

Antes de finalizar sus estudios inició su colaboración con la Obra Sindical del Hogar (OSH), que duraría tres décadas.

Una obsesión por llenar planos que componen el espacio, decorativista y pictoricista, configura casi por completo la Bolera americana Niágara en 1953.

Pero este pictoricismo intervino también en otras obras como, por ejemplo, en el edificio del Diario Pueblo en 1959.

Aunque sea realmente en las viviendas de Neguri en 1966, la obra donde se convirtió verdaderamente en pictórico.

[5]​[6]​[7]​ Destaca su presencia en las jornadas sobre arquitectura celebradas en Granada que concluyeron en el Manifiesto de la Alhambra.

[8]​ La compleja personalidad del arquitecto ayuda a explicar la difícil impresión que provocó.

Aburto cuenta con otro catálogo caracterizado por una serie de singularidades personales, que también se reflejan en una arquitectura un tanto inclasificable.

En este sentido, la absoluta indiferencia del arquitecto por su obra es importante no sólo en su valoración, sino también en un nivel más fundamental en cuanto a su conservación y documentación.

Este cambio en la imagen de Aburto está relacionado con la indiferencia que manifestó hacia sus intereses arquitectónicos.

Una primera mirada sobre la arquitectura construida o proyectada por Aburto muestra cierta dureza en la composición y una latente racionalidad fruto de la abstracción.

Al final, fue necesario proyectar el yo, y para ello también encontró cauces adecuados.

En la fase final del proyecto, Cabrero asumió solo la ampliación y Rafael Aburto estuvo a cargo de la construcción de los edificios del Diario Pueblo y la imprenta Sindical.

[9]​ El planteamiento del proyecto consistió en un edificio en continuidad con la dialéctica de la Casa Sindical.

Desde la base, el edificio ha sido debilitado, alterado estructuralmente y creando un volumen pequeño.

Fruto de esta ligereza, la fachada se volvió más fina como una membrana que envuelve el edificio, dibujando líneas y destacando sus rasgos tectónicos.

Era una piel compuesta por materiales opacos y transparentes que luchan por mantener un estado coplanar para demostrar la pureza del prisma.

La Casa Sindical presentó una imagen de poderosa sencillez e inmensa presencia visual, con una cuadrícula de estilo italiano que arrojaba fuertes sombras en los huecos y reaccionaba a una trama estructural, más que a una pared.

Introdujo un ritmo secuencial en líneas paralelas modeladas que interactuaban con la red estructural subyacente.

Donde la fachada estaba cegada, el pentagrama vertical se hizo más evidente y es precisamente allí donde creaba una vibración diagonal equilibrada que enfatiza la composición cartesiana.