[5] Vastas zonas del suelo están literalmente "minadas" de cuevas de poca profundidad, donde los pingüinos año a año ponen sus huevos y crían a los pichones.
Los pingüinos, si bien alertas a la intromisión humana, no se asustan ni abandonan sus nidos, por lo que la interacción es muy directa.
Se ha observado la presencia de guanacos (Lama guanicoe), zorros grises (Lycalopex gymnocercus), hurones (Galictis cuja), cuises (Microcavia australis), maras (Dolichotis patagonum) y peludos (Chaetophractus villosus).
La primera y mayor colonia es la Reserva Natural Estancia San Lorenzo, con una cantidad, para el mismo año, 210.000 nidos activos, unos 600.000 pingüinos.
Cualquier descuido es aprovechado por gaviotas y otras aves para alimentarse a costa de los huevos.
Entre las escasas especies presentes se destacan el quilimbai (Chuquiraga avellanedae), el Colapiche (Nassauvia glomerulosa) y el coirón amargo (Stipa speciosa).
[5] En las colinas que dominan el lugar se han encontrado restos de un cementerio tehuelche.
Estos pueblos originarios conocían el lugar desde al antigüedad, y lo utilizaban como hábitat estacional en sus habituales recorridos a través de la estepa patagónica.
[13] La maquinaria empleada para esto destruyó aproximadamente 140 nidos; además, la electrificación efectuada en el alambrado perimetral produjo la muerte por electrocución de un centenar ejemplares adultos.
[22] La masacre fue confirmada por un estudio e informe realizado por el CONICET y presentado en mayo de 2022, en el cual se explica que existían nidos en dicho ambiente previo a la construcción del camino.