Su importancia radica en que en ella se expone el llamado argumento ontológico sobre la existencia de Dios.
El primer capítulo insta al hombre a detenerse un momento y pensar que en sí mismo lleva la imagen de Dios y que esto es un consuelo frente a las penalidades de la vida.
Si este concepto es el máximo, por fuerza deberá existir, pues si no se podría aducir que existiera otra entidad mayor (existente vez a la mente ya la realidad), lo que lleva a una contradicción lógica.
Este Dios corresponde a la Santísima Trinidad cristiana y es accesible al creyente mediante la oración sincera del alma, que en reencontrarse con su creador se llena de alegría.
En el capítulo 2 del Proslogion, Anselmo definió a Dios como un «ser tal, que nada mayor puede ser concebido».