Tal idea se remonta a Galileo (o incluso más atrás, hasta los más grandes científicos de la Grecia clásica),[1] calificada como inductivismo cuyo fundamento reside en considerar que los hechos justifican las teorías en el sentido de hacerlas verdaderas de forma definitiva y permanente.
La cuestión estriba en desplazar la idea de «una teoría que es refutada por hechos nuevos que se descubren» y considerar la explicación o interpretación de cómo se mantienen en unidad profunda y continua diversas teorías que comparten una misma visión conjunta, manteniendo diferencias de escuelas o autores claramente diferenciados y a veces opuestos en sus explicaciones.
[4] La ciencia en su conjunto puede ser considerada como un «enorme programa de investigación» con una regla suprema como señaló Popper: Diseña conjeturas que tengan más contenido empírico que sus predecesoras.
Muy por el contrario, la propia historia parece confirmar que el progreso científico es muy dinámico y revolucionario, y durante este proceso constantemente se van introduciendo y adaptando nuevas ideas, mientras que ideas anteriores son abandonadas o son restringidas en cuanto a sus posibles aplicaciones.
se instala en una comunidad científica, hay igualmente una fase de progreso en el marco de lo que Thomas Kuhn llama « ciencia normal », y dicha fase continúa hasta que fenómenos inexplicables o anomalías se presentan, poniendo en duda el propio paradigma.
[17] El investigador Étienne Klein[18] analizó la « crisis de la ciencia » identificando el divorcio entre la propia sociedad y la ciencia moderna, surgida esta última de Galileo y Descartes.
[19][20] Un estudio del año 2008, muestra que el impacto de la investigación y desarrollo de las empresas sobre su productividad, es más eficaz gracias al progreso científico realizado por otras empresas (externalité positive, innovation ouverte) así como por las universidades.
[23] Por ejemplo James Clerk Maxwell, William Thomson, y más recientemente Stephen Hawking, especularon sobre el próximo fin de la física.