Fue el resultado del pacto ―«transacción», lo llamó el republicano Francesc Pi i Margall― entre el Partido Republicano Federal y los monárquicos del Partido Demócrata-Radical, que detentaban la mayoría en la Asamblea, y en el mismo no se definió si la nueva República sería unitaria o federal.
[3] Esta era una bandera roja con un triángulo en blanco sobre el que estaba escrita la palabra «Democracia» en letras rojas, y alrededor del cual había unas estrellas también blancas, y en la que figuraba la palabra «Cataluña».
Esto no impidió que el sector «intransigente» del partido en Cataluña proclamara la República federal en alguna localidad como Rubí.
El semanario La Campana de Gracia empezaba su artículo con un «¡Viva la República democrática federal!» y el diario La Independencia decía: «cualquiera otra solución que no sea la República democrática federal es un crimen de lesa nación».
Añadiendo a continuación: «La República democrática federal es la armonía entre todas las gentes honradas: no es la solución de un partido exclusivista.
Sus defensores de ayer la han querido siempre y hoy la quieren para todos los españoles».
[10][11] La Diputación también recibió presiones para que entregara «armas al pueblo» y se formara una milicia para combatir a los carlistas.
Los delegados obreros que se entrevistaron con los diputados provinciales se comprometieron a «coadyuvar armónicamente al triunfo de la república federal, que es su aspiración porque ven encarnada en ella su ideal político y social».
[15] Los republicanos «intransigentes» eran los que más presionaban para la implantación inmediata de la república federal.
[16] El diputado provincial «intransigente» Carreras presentó al pleno la siguiente propuesta que sería comunicada a las otras tres diputaciones catalanas y cuyo primer acuerdo sería proclamar la autonomía de los municipios de la provincia:[17]
La propuesta no fue aprobada porque se impuso la posición oficial de que la proclamación de la República federal la debían hacer las futuras Cortes Constituyentes, aunque todos los diputados provinciales coincidieron en que su aspiración era conseguirla.
[19][18][20] Ese día 21 se organizó un desfile militar en la plaza de San Jaime en el que, según la crónica del Diario de Barcelona publicada al día siguiente, «los soldados marchaban con las culatas al aire, guardando unos la formación y otros confundidos con los paisanos; algunos llevaban gorros frigios, otros gorras catalanas…», en una clara muestra de indisciplina e insubordinación al no llevar el ros, el gorro militar reglamentario.
[21][22] El 25 de febrero llegaron a Barcelona el nuevo Capitán General Juan Contreras y Román y el nuevo Gobernador militar, el general José Lagunero y Guijarro, con los que el gobierno de Madrid esperaba, según un telegrama enviado por el presidente del poder ejecutivo Estanislao Figueras a la Diputación de Barcelona, que «Barcelona recobre la calma ordinaria» ―el día anterior había llegado el nuevo gobernador civil Miquel Ferrer i Garcés―.
[18][27] Los días 5 y 8 el diputado Lluís Carreras volvió a insistir en su propuesta del mes anterior.
Finalmente les prometió que esa misma mañana saldría de Madrid para Barcelona el Presidente del Poder Ejecutivo Estanislao Figueras.
Por su parte el historiador Albert Balcells escribe lo siguiente (en catalán) sobre la jornada del 9 de marzo:[35]
[41] Las elecciones a Cortes Constituyentes se acabarían celebrando en mayo con la victoria de los republicanos federales.
Alrededor estaban puestas varias estrellas también blancas, y se leía en grandes letras la palabra «Cataluña».