Es entonces cuando se asume que el primer conjunto de bienes es siempre preferido ante el segundo.
Esto significa que si alguna vez el consumidor compra el segundo conjunto de bienes, entonces se asume que no puede pagar el primer conjunto de bienes.
Esto es, si B nunca se escoge cuando A está disponible, entonces no puede haber presupuesto dado que contenga ambas alternativas, para que B sea escogido y no A.
La transitividad es útil ya que puede revelar información adicional al comparar dos paquetes separados de restricciones presupuestarias.
[4] Tanto Sen[5] como Hausman[6] sostienen que no es posible determinar las preferencias de un consumidor teniendo en cuenta únicamente sus elecciones.
Si elige la cesta A habiendo podido elegir B, y luego con otros precios compra B, se asume ahora no puede pagar A (porque gasta toda su renta).
Gracias a estos supuestos restrictivos se puede sostener que las preferencias de los consumidores son completas y transitivas, y que por lo tanto adoptan un comportamiento racional maximizador.
Se afirma que ninguna teoría válida puede construirse sobre una suposición de constancia.
Como el mismo Hausman señala, para que la teoría de las preferencias reveladas sea válida, las elecciones del consumidor deben ser independientes del contexto, pero esto es difícilmente válido.
Parece bastante evidente que el contexto es muy necesario para determinar cuáles son las verdaderas preferencias.
El problema surge porque si bien es observable que el consumidor elige x pudiendo elegir y, no es posible observar la "no elección" de y.
El filósofo argentino Mario Bunge critica a la teoría de preferencias reveladas por considerarla pseudocientífico.
Las necesidades objetivas no desempeñan ningún papel en la construcción de curvas de indiferencia, las que son fantásticas para el consumidor común aunque tienen sentido para el acaparador.