La joven vivió alejada del resto de la comunidad y trabajó como tourière (monja que atiende el torno giratorio de un convento, gracias al cual se mantiene la comunicación con el mundo exterior).
Afirmó también que tanto Picard como Boulle fueron supuestamente crucificados y desmembrados mientras tenían lugar los hechos.
[2] La confesión de Madelaine originó una investigación en la que otras monjas informaron haber sido conducidas a aquelarres secretos por Picard y Boulle, en los cuales, según ellas, practicaron el coito con los demonios, particularmente con «Dragón».
Estas afirmaciones estaban a su vez acompañadas por los síntomas clásicos de una posesión demoníaca: contorsiones, movimientos corporales antinaturales, glosolalia, palabras obscenas y blasfemias.
A medida que crecía la histeria, parecía inevitable la celebración de un juicio y una posterior condena al padre Boulle.
De acuerdo con Stuart Clark: «Posesión y exorcismo fueron alegorías textuales/teatrales del conflicto entre la Iglesia y Satanás, un conflicto que, según creían los contemporáneos, estaba alcanzando su clímax a comienzos de la era moderna».
Varios médicos y psicólogos atribuyen en la actualidad muchos de estos hechos a la histeria sexual ya mencionada siglos atrás por Quillet.
En la época en que ocurrieron estos casos, la posesión demoníaca servía como explicación ante cualquier comportamiento anómalo.