La construcción, conocida ya en Italia en el siglo XIV,[1] es en principio una mina terrestre sin la carcasa y en que las esquirlas son reemplazadas por las piedras.
Francisco Figueroa Brito, del batallón Quillota las describe al pasar: ... en la Santa Bárbara ven una guía extendida que daba a un polvorazo o entierro de dinamita para hacer reventar el fuerte.
[3]: 1118 En los informes contemporáneos a la guerra se usan indistintamente los tres nombres: mina, torpedo y polvorazo para la construcción.
Sin embargo, estos instrumentos, desconocidos hasta entonces por los chilenos, sirvieron para justificar atrocidades cometidas durante y después de la batalla.
Debido a su impotencia al ser atacados por un enemigo que no veían, los soldados consideraban los polvorazos "desleales e de uso impropio para la guerra".