Los primeros datos que permiten analizar la lengua y buscar parentescos fueron recogidos hacia 1880.
[1] Contra estas deficiencias encontramos que la forma del superlativo en los calificativos y adverbios atiende a la lógica.
Entre las palabras relacionadas con el cómputo del tiempo están Güicho (sol) y Kuna (luna).
Así hemos visto que mano-güicho traduce Ahora, o más fielmente Este sol.
Esta costumbre, seguida asimismo por otras tribus, revela que inconscientemente creían en la inmortalidad del alma.
Conocieron los Motilones el procedimiento de los Chibchas para embalsamar los cadáveres, y seguramente lo aplicaban con sus muertos distinguidos.
las inmediaciones de Ocaña, y la describe así: «Entre otras cosas curiosas se mostraba en palacio esta alhaja muerta.
Era un indio según la traza y fisonomía; ni estaba derecho en pie, ni tampoco echado, sino como decimos, en cuclillas, abrazando con las manos cruzadas las piernas hacia las rodillas, y tenía una mortal herida de espada o sable en el cuello.
No echaba mal olor, era un cuerpo disecado y sin jugo, ni era tampoco petrificado, como se ven árboles petrificados en los llanos de Neiva, en el Nuevo Reino; mas parecía leñificada, porque se parecía a un leño sin corteza, dejado por muchos años en el suelo al sol y al sereno Los médicos de Su Excelencia, según su facultad llamaban Carne Momia, y así quedó en Palacio por entonces; no sé si después fue transferido a España por cosa rara y particular».
Los cráneos de hombre presentan la frente comprimida y plana, predominando las prominencias correspondientes a los órganos de la industria, el orgullo y las pasiones físicas: era manifiesto que había sido achatada por medios mecánicos, pues las suturas laterales se velan trastornadas en parte.
Tal parece que la tribu, vencida por la superioridad de las armas, pero llevando en el alma el odio a la raza invasora, se refugió en las selvas del Catatumbo y del Zulia, invocando tal vez en estos nombres, demanda de protección y auxilio a antiguos guerreros que los habían llevado.
Al valle de Cúcuta, bajo de ciertas Capitulaciones, también se le ha concedido hacer sus entradas y correrías contra estos mismos indios, y se le han librado todos los auxilios que ha pedido».
Lo que más exasperaba a los habitantes de estos valles era el que los indios habían tomado ahora la ofensiva, hostilizando a los viajeros y estorbando el comercio entre Maracaibo y San Faustino, aliados con otras parcialidades.
Para 1760 escribía el Virrey Messía de la Zerda, sucesor de Solís: «Estos mismos (los Goajiros) comunicándose la Sierra y tierra que poseen con las que ocupa la nación de Indios Motilones, por todo lo que inundan los ríos nombrados Mucuchíes y San Faustino, hasta el valle de Cúcuta, ocasionan graves daños, por ser aquella montaña, llamada Bailadores, tránsito preciso para Barinas, Maracaibo y demás lugares a donde nadie puede trasportarse sin notoria incomodidad, pues tanto navegando el río San Faustino, como atravesando el monte, se requiere la prevención de armas y escolta que resista a los Motilones que suelen asaltar y quitar la vida y haciendas a los pasajeros; embarazando también el cultivo de los cacaos de cuyo fruto es fertilísimo el terreno, sobre cuyo daño se aumenta a Maracaibo el que padece en su distrito e inmediaciones».
Durante la administración del Virrey don Manuel Guirior (1763-1776) se emprendió la reducción de los Motilones bajo bases más firmes y formales.
Ya por este tiempo la nómada tribu se manif estaba dispuesta con docilidad a cambiar sus hábitos salvajes por los civilizados; Guillén habló ante el Virrey: «de las buenas disposiciones de los indios Motilones, que lejos de oponerse apetecían la amistad, deseaban abrazar la verdadera religión y ofrecían poblarse, facilitándoseles los medios conducentes, prometiendo entre tanto no causar hostilidad alguna, como lo verificaron, saliendo frecuentemente de paz a nuestras poblaciones, donde se les ha recibido bien y regalado lo más que apetecen».
Poco tiempo después se erogaron otros cuatro mil pesos, y todo este ingente caudal fue invertido en la pacificación de los Indios Motilones, que en efecto, alcanzó entonces un éxito verdaderamente asombroso.
Algunos años llevaba ya Guillén en su patriótica empresa, cuando un accidente inesperado, la trágica muerte del Oficial Real de Maracaibo, don José Armesta, cambió las cosas en sentido adverso.
Don Sebastián Guillén fue complicado en ese asesinato como aconsejador o instigador de él, y consecuentemente, reducido a prisión.