La piedad popular es diferente del culto litúrgico, que es "el culto oficial prestado por la Iglesia católica con Cristo y por Cristo a Dios".
Sin embargo, la piedad popular no es contradictoria con la liturgia, siendo aceptada e incluso, en muchos casos, recomendada por la Iglesia.
La piedad popular o religiosidad significa que la fe se arraiga en los corazones de los diversos pueblos, para entrar en el mundo de la vida cotidiana.
Debido al riesgo potencial de "desviarse a formas supersticiosas", la piedad popular "debe estar siempre bajo la lúcida vigilancia" de la jerarquía eclesiástica.
Más específicamente, los clérigos católicos "deben corregir y valorizar" las distintas expresiones de la piedad popular, "buscando que ellas se inspiren en las Escrituras, estén en sintonía con la liturgia y respeten la ortodoxia doctrinal, aunque teniendo en cuenta las tradiciones y las formas auténticas de sentir y vivir del pueblo o del grupo social".