A principios del siglo XX los petroglifos Onega fueron estudiados por el investigador sueco Gustaf Hallström.
Son muchas las formas extraordinarias grabadas en las rocas del lago Onega.
Quizás, fenómenos semejantes que el hombre antiguo veía desde los cabos del lago Onega le sirvieran de incentivo para reflejar en las rocas las formas circulares y de media luna que muchos científicos consideran imágenes simbólicas del Sol y la Luna.
Destaca especialmente el grupo de los grabados rupestres del cabo del Diablo donde hay tres figuras dispuestas paralelamente: diablo, nutria (lagarto) y siluro (lota común).
Se consideran los dibujos más antiguos que estimularon toda la actividad creativa en la zona del lago Onega.