Se convirtió en "maestro" en 1489, y en 1494 fue llamado por Felipe del Palatinado a Heidelberg.
Sin embargo, pronto regresó a Núremberg, donde trabajó con la ayuda de sus cinco hijos, Hermann, Peter, Hans, Jakob y Paul.
En cuanto a la técnica, pocos escultores en bronce lo han llegado a igualar, pero sus diseños se ven estropeados por un exceso de realismo amanerado y una moda demasiado exuberante.
Este magnífico sepulcro es un ejemplo destacado del espíritu poco comercial que animaba a los artistas de la época, y del evidente disfrute de su trabajo.
Dragones, grutescos y pequeñas figuras de chicos, mezclados con un gracioso follaje calado, ocupan hasta el último lugar del dosel.