[1][2] Como esta teoría ha sido apoyada por resultados empíricos, este modelo de rumiación es la conceptualización más ampliamente utilizada.
Por ejemplo, en la teoría de progreso hacia los objetivos, la rumiación se conceptualiza, no como reacción a un estado de ánimo, sino como «respuesta al fracaso en el progreso satisfactorio hacia un objetivo».
[3] Por esta razón, tanto la rumiación como la preocupación se asocian con la ansiedad y otros estados emocionales negativos; sin embargo sus medidas no han sido unificadas.
[4] La rumiación ocurre tanto en personas mentalmente sanas como en las que sufren algún tipo de trastorno, pero en estas últimas se da con mayor intensidad y puede agravar su condición.
[12] Sin embargo la literatura sugiere que la distracción positiva puede no ser una herramienta tan potente como alguna vez se creyó.
[4][1] Otras alternativas a la rumiación son el ejercicio físico (exigente, si es posible, o si no, algo tan sencillo como caminar) y la atención plena (mindfulness).
[6] Específicamente, el modelo de la autorregulación de las funciones ejecutivas (modelo S-REF por sus siglas en inglés)[5] define la rumiación como «pensamientos repetitivos generados por intentos de afrontar la discrepancia entre la situación actual y la que se desearía, estando dichos pensamientos dirigidos principalmente hacia procesar información autorreferenciada y no hacia acciones inmediatas orientadas a metas».
[13] La metacognición (lo que se piensa, en el sentido de "creer", sobre la actividad de pensar obsesivamente) es también una parte importante del modelo S-REF y ayuda a explicar el vínculo entre rumiación y depresión.
[3][4] Desde este punto de vista, la GPT define la rumiación como «la tendencia a pensar recurrentemente sobre metas importantes que todavía no se han alcanzado» o hacia las que no se ha progresado lo suficiente.
Esta perturbación puede hacer que la red en modo pasivo se hiperactive e impida el paso a otro estado mental más centrado en tareas productivas.
[9] También hay evidencias de que la rumiación está ligada con la ansiedad, el estrés postraumático, las borracheras habituales, los trastornos alimentarios y las autolesiones.
Las preguntas a personas con este comportamiento revelan que la rumiación contiene pensamientos relacionados con el pasado, en contraste con la preocupación, más orientada al futuro.
Se trata de un constructo relativamente poco estudiado, tanto en sus consecuencias negativas como en las positivas.
Otros estudios han demostrado que el contenido de la preocupación es distinto al de la rumiación: las preocupaciones se centran a menudo en posibles soluciones a los problemas y se orientan hacia el futuro, mientras que la rumiación contiene pensamientos de pérdida y se centra más en el pasado.
De modo parecido, Papageorgiou y Wells (2004) apoyan esta al hallar que la rumiación puede pronosticar una futura depresión, incluso cuando las cogniciones negativas están controladas.
Esto sugiere que los 2 constructos no se solapan completamente y tienen diferente valor predictivo .
La rumiación se ha dado siempre, pero el término psicológico es desconocido para la gente común.
Esta actividad se ha descrito con los términos "perderse en sus pensamientos", "sumirse en cavilaciones",[32] "dar muchas vueltas a algo"[33] y, más informalmente, "comerse el coco"[34] o "comerse el tarro"[35] (cheli).