Permaneció en la guarnición que cercaba la ciudad enemiga hasta su rendición en 1814, y se destacó en la batalla de Cerrito.
El nuevo director supremo Ignacio Álvarez Thomas, lo consideró demasiado efusivo y lo separó del mando, quedó como comandante del regimiento el coronel Juan Bautista Bustos.
Tras una dolorosa recuperación, luchó en Cancha Rayada y Maipú, arriesgó su vida por las heridas mal curadas.
Desplegó tanta actividad que nunca se terminó de restablecer: sus heridas sangraban.
Calles de ciudades como Buenos Aires, Rosario y Lima lo recuerdan.