Pedigrí (novela)
[2] Después de perder tres demandas de personas del entorno del autor que se reconocían o creían reconocerse en ciertos personajes,[3] Simenon realizó una segunda publicación en 1952 en la que los pasajes incriminatorios fueron eliminados o dejados en blanco.Años más tarde, Simenon recordaría los días posteriores al diagnóstico como de una angustia insoportable que le supuso una crisis existencial.A pesar de que el diagnóstico resultó ser erróneo, Simenon decidió escribir el libro con el que pretendía recuperar su infancia y su primera juventud y legar a su hijo Marc la memoria de una época que un falso diagnóstico había puesto en peligro,[4][N 1] una historia parcialmente romántica en primera persona que describe la vida de su familia en Lieja a principios del XX siglo y su infancia.Los dos cónyuges, procedentes de la pequeña burguesía comercial y católica, pertenecen cada uno a una familia numerosa cuya red absorbe casi por completo sus relaciones sociales.Entre los mamelines, una vida patriarcal determina hábitos cuasi rituales a los que se ajusta Désiré, optimista, bondadoso, regular en todo.A diferencia de un marido al que considera demasiado insensible, Élise es verdaderamente asombrosa en su capacidad para el miedo y la tiranía.Su hermano mayor Léopold, el marginado de la familia, es bebedor y anarquista: de él toma forma la aventura del joven Félix Marette, buscado en Lieja por un atentado y obligado a huir a Francia, donde encontrará un lugar donde establecerse, no sin dificultades.Pero durante las vacaciones que pasa en Embourg, en la campiña de Lieja, un romance con una adolescente le revela su sexualidad.Contratado por un librero que regenta una sala de lectura, pronto es despedido por haber contradicho a su jefe.[10] Su carácter autobiográfico se evidencia incluso en muchos detalles que, por su autenticidad, pertenecen a la crónica local.[11] El libro trata menos sobre el pequeño Roger (es decir, Georges), sino más sobre la familia (en la que también se mencionan en detalle las ramas, las líneas a Holanda y Alemania) y especialmente sobre la madre.Los flashbacks son breves, pocos y excepto al comienzo de la tercera parte, no producen una ruptura en el marco cronológico.Un libro hermoso y triste a la vez, alejado de las tramas rocambolescas y entregado a una narración pausada que cuenta, como lo hizo con maestría el escritor Stefan Zweig, los avatares de una época que expira lentamente».