Quinterno dibujó historias originales intermitentemente durante casi cuarenta años, y las reimpresiones fueron numerosas.
Comenzó como un personaje humilde, taciturno e ignorante, a cargo de un tutor porteño con más educación; las historietas iniciales emplearon este contraste para destacar la paralela diferencia de actitudes entre el malicioso tutor, que daría más tarde lugar a otro personaje duradero, Isidoro Cañones, y el bondadoso e ingenuo aprendiz tehuelche.
Sin perder la esquemática contraposición moral, Quinterno retocaría posteriormente la historia, transformando a Patoruzú en un poderoso aunque benévolo estanciero.
En los últimos años, sin embargo, se ha revisado con buenos ojos su influencia sobre la historieta nacional, y la elegante simplicidad de su dibujo.
Dante Quinterno introdujo por primera vez al futuro Patoruzú en una tira publicada en el diario Crítica, llamada Las aventuras de don Gil Contento, anteriormente Un porteño optimista, cuyo protagonista era el personaje homónimo; Quinterno había anunciado su llegada durante dos días mediante avisos publicados junto a la tira, que rezaban: «Don Gil Contento adoptará al indio [sic] Curugua-Curiguagüigua».
El director del diario, Carlos Muzio Sáenz Peña, parece haber sido quien le sugirió que cambiara el nombre por otro más eufónico; su comentario de que «debía ser algo criollo y pegadizo, como la pasta de orozuz» (un dulce popular en la época) dio origen al nombre definitivo.
Nacida como mensual, duplicó rápidamente su frecuencia de publicación, y pocos meses más tarde se editaba semanalmente.
Originalmente mensual, se publicó luego quincenalmente, incluyendo episodios inéditos a partir de 1961.
En estas obras, algunas dibujadas y guionadas por el mismo Quinterno, se dio un nuevo perfil físico e intelectual a Upa.
Coincidentemente, por aquellos días apareció por primera vez Patora, la enamoradiza y poco agraciada hermana del indio que habían creído muerta.
Los rasgos caricaturescos hacen que el origen tehuelche de Patoruzú se exprese sobre todo en su indumentaria; viste invariablemente un poncho de color amarillo, pantalones arremangados en la botamanga, ojotas y una vincha con una pluma recogiendo la recia cabellera negra, larga hasta los hombros.
Tan sobrenatural como su fuerza es su integridad; aunque tarde en percibir los engaños, una vez descubiertos persigue a los culpables con una intensidad avasallante, y coopera con frecuencia con la policía.
Aunque las historias iniciales diesen otra versión, en la definitiva Patoruzú posee estancias de incalculable extensión en la Patagonia; divide su tiempo entre ellas y su vivienda porteña, a la que se ve atado por su sentido de la responsabilidad hacia su padrino Isidoro.
Isidoro Cañones es un joven de buena familia, sobrino del aristocrático coronel Urbano Cañones, en cuya mansión vive haciendo lo posible por evitar conseguir un empleo estable y mantener sin embargo su lujoso tren de vida.
En humorística antífrasis, los intentos de su ahijado por lograr que Isidoro tome el buen camino son tan insistentes como estériles; sin embargo, también resulta ser un sujeto ingenioso, simpático y bonachón, al mismo tiempo que su suspicacia y mundanidad desvelan las más de las veces las trampas en las que, sin él, el estanciero hubiera caído.
En 1968, Isidoro tuvo su propia revista; la iniciativa fue del grupo de colaboradores que integraban Tomás Sanz, Tulio Lovato, Mariano Juliá y Jorge Faruk Palacio, que debieron vencer la reticencia inicial de Quinterno.
La gráfica de la serie siguió la línea marcada por Quinterno, pero este raramente lo dibujó, salvo en las atractivas y coloridas portadas.
La figura de Isidorito tenía también, en consecuencia, otra función; no aconseja a Patoruzito desde su desconfianza, sino que lo mete en problemas por su cobardía, vanidad y egoísmo.
El medio de locomoción preferido por Patoruzito es, sin embargo, Pamperito, reducido en años pero no en fiereza.
Es inexplicable cómo sobrevive en esta hasta que su hermano mayor, ya adulto, lo descubre allí y lo lleva consigo a la ciudad.
En sus primeras apariciones, Upa es simplemente un gigante de barriga enorme y pocas luces, que repite incansablemente «turulú» como única expresión.
Es dueña de una personalidad tan fuerte como la de su hermano mayor, por lo cual suelen pelearse, aunque siempre la sangre puede más y se reconcilian; esto no quita que Patoruzú use la fuerza para castigarla, dándole nalgadas como si fuera su padre.
Temperamental y viril —fuma en pipa con un empeño digno de Popeye—, tiene una conflictiva relación con Ñancul, con quien comparte el gobierno de la estancia, y no duda en golpear a los importunos; detesta a Isidoro por su holgazanería, que contrasta con su incesante actividad.
Recuerda en su gráfica a su contemporáneo Pablo Morsa, de las aventuras del Pájaro Loco.
Compañera de juergas de Isidoro, se presenta ante su tío como una mujer dedicada a la beneficencia y el coronel Cañones la considera un gran ejemplo a seguir por Isidoro, sin saber que en realidad es más tránsfuga que él y no se sabe cómo logra engañar exitosamente al Coronel.
Parecería entonces confinada al extremo sur del país, dedicada sobre todo a la cría de ovejas.
El padre, Patoruzek también conocido como "El Tata", falleció también antes de los eventos que relata Patoruzito; suele aparecer muy orondo en cuadros o también enojado cuando hay una situación peligrosa, como cuando Patoruzú intentó enseñar un reloj a una estafadora y al hacerlo, un cuadro cayó al suelo con la cara del Tata terriblemente enojado.
En una viñeta, Patoruzú ofrece a un legislador una empanada, apostrofándolo «¡Ya que no trabajás, masticá, chei!».
Quinterno se aseguraba así no correr el destino de la revista Cascabel, cerrada por Perón por satirizar a su gobierno.
En 2009 el Museo del Dibujo y la Ilustración organizó dos muestras: «Patoruzú: una revista, una época» en el Museo de Ares Plásticas Eduardo Sívori y «Revista Patoruzú, una bisagra cultural» en la Feria del Libro de Buenos Aires.