Uno de los patitos resulta ser desproporcionado con respecto a sus agraciados hermanitos, no se parece físicamente al resto, pero es capaz de lanzarse al agua, sostenerse y nadar.
El pobre patito no recibe más que picotazos, empujones y burlas.
Incluso sus hermanos le maltratan a veces diciéndole: «¡Ojalá te pille el gato, grandullón!» y hasta su madre desea perderlo de vista.
Se encuentra con patos y gansos salvajes, que perecen en una cacería.
Pero echa de menos nadar y chapotear en el agua, así que se marcha.
Jamás soñó que podría haber tanta felicidad, cuando era sólo un patito feo.
Primero pensó titularlo ‘Los jóvenes cisnes’ pero, para mantener la sorpresa de la transformación del protagonista, lo descartó por El patito feo.
Esta omisión, según la erudita Jackie Wullschlager, muestra una nueva percepción por parte de Andersen: «Estos [cuentos] fueron los más maduros y perfectamente construidos que escribió; y, aunque algunos desde el principio fueron —y siguen siendo— favoritos de los niños, en ellos Andersen une lo infantil con lo profundo de forma magistral».
Andersen hacía promoción del cuento leyéndolo en alto en fiestas y reuniones.
En la revisión realizada por la periodista británica Anne Chisholm del libro Hans Christian Andersen: A New Life (escrito por el biógrafo Jens Andersen), escribe: «El mismo Andersen era un chico alto y desgarbado, con nariz y pies grandes; cuando creció con su hermosa voz y su pasión por el teatro los otros chicos le imitaban y se burlaban de él cruelmente».
[7] Algunos sugieren que Andersen fue hijo ilegítimo del príncipe Cristián Federico (más tarde rey de Dinamarca como Cristián VIII) y que lo averiguó un poco antes de escribir este cuento.
Como cuento de hadas, puede ser utilizado para hacer que los niños se sientan menos avergonzados sobre sus diferencias.
Un ejemplo de la vida real podría ser para un niño que actúe diferente a los demás y no se sienta aceptado, provocándole tristeza.