Un paleosuelo es un suelo inactivo antiguo preservado por soterramiento en una sucesión estratigráfica o expuesto prolongadamente en la superficie.
[1] Pueden hallarse paleosuelos, litificados o no, en depósitos desde el Precámbrico hasta el Cuaternario, en secuencias siliclásticas, volcánico-piroclásticas o carbonáticas, mayormente continentales (fluviales, eólicas, deltaicas, lacustres marginales, glaciares, etc.), aunque son también posibles en sucesiones marinas debido a rápidos descensos del nivel del mar.
Por ende, reflejan un complejo balance entre acumulación, meteorización, erosión, y denotan un hiato deposicional de extensión temporal variable (i.e.
Los paleosuelos resultan útiles en diferentes tipos de análisis geológicos.
Los paleosuelos permiten reconocer diferentes características del antiguo clima y ambiente en el que el suelo se originó, por ejemplo estacionalidad climática, precipitación y temperatura media anual, profundidad del nivel freático, ciertos rasgos del paleorrelieve, tipo de vegetación (selvática, boscosa, herbácea, pantanosa, etc.), sistemas de raíces y la fauna del suelo, ya sean invertebrados (hormigas, escarabajos, abejas, lombrices, crustáceos) o vertebrados (roedores, reptiles).