El príncipe Aleksandr Mijáilovich fue amigo íntimo, defensor y sirviente del zar Pablo I de Rusia.
Esto permitió posteriores adquisiciones de terrenos en San Petersburgo, incluyendo la isla Krestovsky así como otras ampliaciones del palacio Beloselski-Belozerski.
El palacio pasó por sucesión familiar a Esper Aleksándrovich Beloselski-Belozerski (hijo de Aleksandr Mijáilovich) que falleció en su juventud.
Para satisfacer su deseo, la princesa pidió permiso al zar Nicolás I, y de este modo realizar su encargo.
Aunque era más habitual que viviese en una bella casa situada en la isla Krestovsky (Krestovski Óstrov), el inmenso palacio Beloselski-Belozerski suponía un elevadísimo coste para los recursos de una familia que había vivido mejores tiempos.
La pareja que necesitaba una residencia ajustada a sus necesidades en la ciudad, encontraron el palacio y lo hicieron su residencia principal después de su compra, ellos otorgaron al palacio su actual rojo de la fachada exterior.
La pareja no tuvo hijos, pero en su casa se celebraban numerosos eventos y fiestas para niños que organizaba la gran duquesa.