Pál Prónay (1875-1945), comandante paramilitar reaccionario húngaro en el periodo de posguerra posterior a la fracasada república soviética.
La población húngara se sintió humillada y con su país desmembrado por los vencedores de la Primera Guerra Mundial.
[2] En el sur del país se formó un Gobierno reaccionario que intentó ser reconocido por la Entente.
Los asuntos militares quedaron en manos del anterior jefe de la flota austrohúngara, el almirante Miklós Horthy, que formó una reducida fuerza llamada Ejército Nacional.
Horthy realizó un llamamiento a los antiguos oficiales húngaros para que se uniesen al nuevo ejército y Pál Prónay fue de los primeros en alistarse.
[3] Su carrera como oficial no fue muy destacada: ascendió lentamente, en parte por su carácter brutal y despótico con los hombres a su cargo.
[7] En la misma época comenzó una relación muy cercana con el futuro primer ministro Gyula Gömbös.
[12] A diferencia de otros participantes en el terror reaccionario, Prónay nunca ocultó sus actividades y en sus escritos las describe con deleite.
[14] Aunque teóricamente formaban parte del Ejército Nacional, los hombres de Prónay no se ceñían a la disciplina del ejército, sino que mantenían una lealtad total a Prónay.
[8] Se esperaba de ellos la más absoluta obediencia a cualquier orden por muy brutal que fuera.
El salvajismo característico del Terror Blanco no fue exclusivo de Prónay.
Otros oficiales como Ivan Hejjas, Gyula Ostenberg o Anton Lehár dirigieron escuadrones parecidos, cometiendo crímenes similares, aunque Prónay parece haber destacado sobre todos ellos por su fanatismo y crueldad.
[7] Continuaron sus desmanes y sólo la intervención de Horthy evitó un gran pogromo que tenían planeado.
[20] En sus memorias, publicadas en 1956, Horthy ni explica ni se disculpa por los actos brutales cometidos por sus oficiales, declarando simplemente que el régimen comunista había "abierto las puertas del infierno" y que debía ser aplastado a toda costa.
"No tengo razón alguna para detenerme a describir las injusticias o las atrocidades cometidas," escribió, "sólo una mano de hierro podía salvar al país.
[23] En cambio, su anticomunismo era radical e inmisericorde y, como muchos húngaros, estaba convencido de que la revolución comunista se había debido principalmente a los judíos.
Esta obsesión creó en él un odio que decantó algunas de sus decisiones más importantes.
Y no se atrevió porque entonces los nacionalistas le hubiesen abandonado y habrían aupado a otro al poder"…”[26] En marzo de 1920 se restableció la monarquía, siendo Horthy designado como regente.
Algunos historiadores con simpatías comunistas trataron de desacreditar el régimen anticomunista de Horthy destacando la supuesta relación cercana entre el regente y Prónay calificando su regencia como la consecuencia directa del terror contrarrevolucionario.
[30] Los partidarios de Horthy, incluyendo críticos del régimen comunista, han intentado separarle de personajes como Pronay, Hejjas, Lehar, etc calificando a estos como canallas o renegados.