En la década de 1950, dejó transitoriamente la música e incursionó en el cine, primero con varios cortometrajes y después, en 1962, dirigió El perseguidor, su primer largometraje.
Trata sobre un saxofonista que padece delirios de persecución mientras las drogas y el alcohol lo van destruyendo.
La trama se refiere a un grupo de jóvenes y sus fantasías sexuales.
Algunos de los comentarios críticos sobre el filme son los siguientes: Agustín Mahieu en La Opinión, escribió: La Razón opinó: Manrupe y Portela escriben: En 1975 retornó a la actividad vinculada con la música, haciéndolo no ya como solista sino como repetidor de ópera, primero en el Teatro Colón de Buenos Aires y, desde 1989, en el Gran Teatro del Liceo de Barcelona, donde fijó su residencia.
También volvió a la composición, ya sea revisando obras anteriores o creando algunas nuevas.