[1] Tras la vuelta de Fernando VII al trono en 1814, este había otorgado diversas ordenanzas y reglas para la organización de su casa.
Después de su muerte en 1833, se hizo necesario un esfuerzo para mejorar la organización y estructura de la Real Casa y Patrimonio, así como su eficiencia económica y funcional, especialmente como consecuencia de las tensiones políticas y económicas generadas por la Primera Guerra Carlista.
[3] La Ordenanza general continuó en vigor durante el resto del reinado de Isabel II (salvo en el período 1847-1852) y sentó las bases funcionales de la Real Casa y Patrimonio hasta su desaparición en 1931.
[4] La Ordenanza general dividió las funciones de los empleados en la Real Casa en tres tipos: Además, entre otras novedades, introdujo la figura del Intendente general, verdadero gestor de la Real Casa y Patrimonio.
Bajo la responsabilidad de este se encontraban nuevos cargos con un claro perfil técnico: Además del Intendente General la Ordenanza general disponía la existencia de otros cinco jefes (cuyos cargos ya existían con anterioridad) reducidas sus funciones a domésticas y de etiqueta.