En ese momento, el desarrollo de la bomba atómica fue un secreto muy bien protegido, conocido solamente por unos pocos funcionarios importantes fuera del Proyecto Manhattan, y la planificación para la invasión no tomó su existencia en consideración.
A la larga, la armada concedió en parte y MacArthur estaba para tener el mando total de todas las fuerzas, si las circunstancias lo hicieren necesario.
La armada estadounidense urgió el uso del bloqueo naval y poder aéreo para provocar la capitulación de Japón.
Estas locaciones darían a la fuerza aérea del ejército estadounidense una serie de bases aéreas, desde las cuales operar contra Japón.
Apoyaron montar un ataque a gran escala directamente contra las islas japonesas, sin ninguna de las operaciones que había sugerido la armada.
Se establecerían bases aéreas, y aquellas cubrirían la Operación Coronet, el ataque a la bahía de Tokio.