Operación Albania
El general y exdirector de la CNI, Hugo Salas Wenzel, fue condenado a cadena perpetua en 2005 como coautor de cinco homicidios simples y siete homicidios calificados,[1] fallo ratificado por la Corte Suprema en 2007.Es decir, «reventar» definitivamente al FPMR, según la jerga de esos días.En la privada era uno de los seis más altos oficiales del Frente en esa época.Ya reducido, en vez de ser llevado a un centro asistencial, Acosta fue acribillado.[cita requerida] El propio Zúñiga le disparó en la cabeza, mientras otro lo remató con una ráfaga de metralleta.Una vez muerto, un agente de la CNI le puso en sus manos un revólver y un gorro pasamontañas.Allí se produjo el primer y único enfrentamiento reconocido por todos.Luego ingresaron los policías al inmueble encontrándolo tendido en el piso, y a esas alturas sin ofrecer resistencia.Con la muerte de Juan Waldemar Henríquez, no se acabaron las escaramuzas.Entre los que escaparon por los techos de las casas vecinas, para luego ser capturados, se encontraban Cecilia Valdés, Santiago Montenegro y Héctor Figueroa.Este último era intensamente buscado por su participación en el atentado a Augusto Pinochet en 1986.Allí Julio Guerra Olivares, conocido al interior del FPMR como «Guido», arrendaba una pieza a Sonia Hinojosa.El oficial de la CNI decidió lanzar al interior del dúplex una bomba lacrimógena militar.Mientras esperaban a que Guerra saliera, llegó otro equipo de seguridad.Álvaro Corbalán, declaró en el expediente del caso que le pidió instrucciones al director de la CNI, general Hugo Salas Wenzel, de qué hacer con los detenidos.En los calabozos de Borgoño estaban quiénes eran considerados importantes al interior del FPMR como José Joaquín Valenzuela Levi, el «comandante Ernesto» y Esther Cabrera Hinojosa.Pero también se encontraban Ricardo Rivera Silva, Ricardo Silva Soto, Manuel Valencia Calderón, Elizabeth Escobar Mondaca y Patricia Quiroz Nilo, dirigentes que no tenían gran relevancia para los agentes.El sargento Iván Quiroz y el capitán Francisco Zúñiga fueron encomendados para designar a parejas de oficiales que ejecutarían a cada uno de los siete frentistas detenidos.La orden para que los efectivos asignados a cada víctima percutieran sus armas se dio lanzando un ladrillo al techo, mientras el resto de los agentes disparó al aire y gritó para dar a los vecinos la idea de un enfrentamiento.En el primer dormitorio quedaron los cuerpos de Ricardo Rivera Silva, con cinco impactos recibidos a mediana distancia, y de José Joaquín Valenzuela Levi, con 16, efectuados a corta distancia.En el primer pasillo fue muerto Manuel Valencia Calderón, con 14 disparos hechos desde unos tres metros, en ráfaga.También declaró que «todas las armas de las víctimas estaban colocadas en la mano izquierda».