Pertenecía a una antigua familia de larga tradición cristiana, y sus padres eran admirados por la santidad de costumbres, fervorosa piedad y su inagotable caridad hacia el prójimo.
[3] Amalia Aguirre, inicialmente, no fue con sus padres a Brasil, habiendo quedado a cuidar de su abuela, ya bastante anciana y enferma, y que necesitaba de compañía.
Sin embargo, la joven estaba lejos de imaginar que en su nueva patria se producirían tan prodigiosas manifestaciones de Jesús y María Santísima.
[4] El 8 de abril de 1930, Nuestra Señora reveló también a la Sor Amalia una nueva medalla milagrosa, la medalla de la evocación a sus lágrimas, y le pidió que, conjuntamente con la Coronilla (o el Rosario), la difundiera por todo el mundo, pues a través de esa misma medalla se darían muchos prodigios, un gran número de conversiones y muchas almas serían salvas.
", y en el verso, la medalla trae la imagen de Jesús Maniatado (es decir, atado durante su Pasión) con las siguientes palabras: "¡Por Vuestra mansedumbre divina, oh Jesús Maniatado, salvad al mundo del error que lo amenaza!".