Se suele usar el imprimátur en las obras directamente relacionadas con la doctrina y la teología católicas.
Se introdujo para reducir la exposición de los fieles, especialmente los legos o laicos, a las herejías.
En la actualidad no es obligatoria la solicitud del imprimátur más que para libros específicamente religiosos, tales como ediciones de las Escrituras, del catecismo o libros de oraciones, o aquellos que deban ser distribuidos en templos y oratorios.
El imprimátur no se aplica automáticamente a las versiones posteriores de la misma obra, sino que cada nueva edición requiere una aprobación propia.
Además el imprimátur puede revocarse si, después de un nuevo examen, se aprecian en la obra errores morales o doctrinales.