Novena de Aguinaldos

Es análoga a las Posadas que se celebran en México y América Central.Cada día, al final de la novena, algunas familias donan regalos a los niños.[8]​ Muchos años después, una religiosa de La Enseñanza, la madre María Ignacia, la modificó y agregó los gozos (canciones).Yo, en nombre de todos los mortales os doy infinitas gracias por tan soberano beneficio; y en retorno de él os ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de vuestro hijo humanado, suplicándoos por sus divinos méritos, por las incomodidades con que nació, y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongáis nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido, con total desprecio de todo lo terreno, para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna, y more eternamente.No era porque en su mansión eterna faltase algo a su infinita felicidad sino porque su misericordia infinita anhelaba la redención y la salvación del género humano, que sin Él no podría verificarse.Era necesario en las miras de su amor que tomase la forma, las debilidades e ignorancia sistemática del hombre, que creciese para darle crecimiento espiritual; que sufriese, para morir a sus pasiones y a su orgullo y por eso el Verbo Eterno ardiendo en deseos de salvar al hombre resolvió hacerse hombre también y así redimir al culpable.Se lee el segundo día de la novena, 17 de diciembre.Cuando la sombra del decreto divino vino a deslizarse sobre ella, María estaba sola y engolfada en la oración.El creador no quiso efectuar ese gran misterio sin la aquiescencia de su criatura.Dios se ha revestido de una naturaleza creada; la voluntad eterna está cumplida y la creación completa.Tenía inclinada la cabeza y su alma estaba sumida en el silencio que se asemejaba al de Dios.El Espíritu Santo formó ese cuerpecillo divino con tal delicadeza y tal capacidad de sentir, que pudiese sufrir hasta el exceso para cumplir la grande obra de nuestra redención.La belleza de ese cuerpo del divino Niño fue superior a cuanto se ha imaginado jamás; la divina sangre que por sus venas empezó a circular desde el momento de la encarnación es la que lava todas las manchas del mundo culpable.Por ahí entró el Divino Niño en su dolorosa y humilde carrera; así empezó a anonadarse delante de su Padre, a enseñarnos lo que Dios merece por parte de su criatura, a expiar nuestro orgullo, origen de todos nuestros pecados y hacernos sentir toda la criminalidad y desórdenes del orgullo.Unámonos a las oraciones del Niño Dios en el seno de María; unámonos al profundo abatimiento y sea este el primer efecto de nuestro sacrificio a Dios.Estaba a punto de ver aquella faz humana que debía iluminar el cielo durante toda la eternidad.Iba a leer el amor filial en aquellos mismos ojos cuyos rayos deberían esparcir para siempre la felicidad en millones de elegidos.Haría todo lo que quisiese de aquella faz divina; podría estrecharla contra la suya con toda la libertad del amor materno; cubrir de besos los labios que deberían pronunciar la sentencia a todos los hombres; contemplarla a su gusto durante su sueño o despierto, hasta que la hubiese aprendido de memoria... ¿Cuán ardientemente deseaba ese día!Para que se cumpliese esa predicción, Dios se sirvió de un medio que no parecía tener ninguna relación con este objeto, a saber: la orden dada por el emperador Augusto de que todos los súbditos del imperio romano se empadronasen en el lugar de donde eran originarios.Almas interiores observad este manejo del divino Niño, porque es el más importante de la vida espiritual: aprended que quien se haya entregado a Dios ya no ha de pertenecerse a sí mismo, ni ha de querer en cada instante sino lo que Dios quiera para él; siguiéndole ciegamente aún en las cosas exteriores, tales como el cambio de lugar donde quiera que le plazca conducirle.Representémonos el viaje de María y José hacia Belén, llevando consigo aún no nacido, al creador del universo, hecho hombre.El Padre Eterno se halla, si nos es lícito emplear esta expresión, adorablemente impaciente por dar a su hijo único al mundo y verle ocupar su puesto entre las criaturas visibles.Empero, nada puede turbar la paz interior de los que están fijos en Dios.El ruido de cada puerta que se cerraba ante ellos era una dulce melodía para sus oídos.El deseo de esas humillaciones era lo que había contribuido a hacerle tomar la forma humana.El Divino Niño, desconocido por sus criaturas va a tener que acudir a los irracionales para que calienten con su tibio aliento la atmósfera helada de esa noche de invierno, y le manifiesten con esto su humilde actitud, el respeto y la adoración que le había negado Belén.Pero ha llegado la media noche y de repente vemos dentro de ese pesebre antes vacío, al Divino Niño esperado, vaticinado, deseado durante cuatro mil años con tan inefables anhelos.Os suplico que vos misma preparéis y dispongáis mi alma, y la de todos los que en este tiempo hiciesen esta novena, para el nacimiento espiritual de vuestro adorado Hijo.Comunicadme algo del profundo recogimiento y divina ternura con que le aguardásteis vos, para que nos hagáis menos indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad.Os ruego, por el amor que tuvísteis al Divino Niño, me abracéis en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente, mientras en su divina esencia le veo y le gozo en el cielo.Este texto es originalmente traducido por la madre María Ignacia: Acordaos, ¡oh dulcísimo Niño Jesús!, que dijisteis a la Venerable Margarita del Santísimo Sacramento y en persona suya a todos vuestros devotos, estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad tan agobiada y doliente: Llenos de confianza en Vos, ¡Oh Jesús!, que sois la misma verdad, venimos a exponeros toda nuestra miseria.
La Madre María Ignacia, quien modificó el texto de la novena a finales del siglo XIX .