Este oficio debe su nombre a la hora novena del día, momento en el que los monjes rezaban.
Según una antigua costumbre griega y romana, tanto el día como la noche estaban divididos en cuatro partes, cada una compuesta de tres horas.
[1] Esta división del día también se utilizaba entre los judíos, de quien la Iglesia la tomó prestada.
[2] Los siguientes textos, por otra parte, favorecen este punto de vista: "Pedro y Juan subieron al templo a la hora novena de oración" (Hechos 3:1); "Entonces Cornelio dijo: Hace cuatro días, a esta hora, yo estaba orando en mi casa, a la hora de la nona, y he aquí que un varón se puso delante de mí" (Hechos 10:30), "Pedro subió a las partes más altas de la casa a orar, sobre la hora sexta"(Hechos 10:9).
Este último prescribe orar tres veces al día, pero sin fijar las horas.