El artillero Alkemade logró hacer estallar el motor de un caza alemán, pero éste les había alcanzado, dejando el bombardero críticamente dañado.
[1] El avión se precipitaba a tierra y su paracaídas estaba ardiendo, por lo que el joven sargento se dejó caer al vacío, quizás buscando una muerte menos dolorosa.
Al recuperar el conocimiento descubrió que sólo se había torcido el tobillo, aunque el frío lo mataría si permanecía allí.
Por ello hizo sonar el silbato que llevaba consigo, con la intención de ser capturado por los alemanes.
Éstos, en un primer momento creyeron que sufría un shock traumático; posteriormente, habiéndolo interrogado en el campo de prisioneros Dulag Luft, en Oberursel, cerca de Frankfurt, lo tomaron por un espía.