En sus inicios no había un número concreto de religiosas y no era obligación la vida común, cada una vivía en su celda junto con una o dos sirvientas, solo los jueves en la hora santa se reunían todas las religiosas de la comunidad para convivir, modalidad que se elimina después de que se implementa la vida comunitaria en el siglo XVIII.
Luego, con las reglas del papa Julio II sobre la vida monástica, los primeros años fueron de pobreza.
Quien administraba esos recursos del monasterio era un mayordomo que veía las propiedades, lo cual las religiosas no podían hacer por su aislamiento, sin embargo hubo un momento de crisis, donde las religiosas se vieron obligadas a vender sus joyas para subsistir.
Luego de tres años se pide la construcción del noviciado y la enfermería que si son cumplidas.
No fue hasta 1875 que finalmente inician los trabajos para la construcción del nuevo cementerio para las religiosas, este proyecto culmina en 1877.
En su interior se guardan grandes obras de arte, muebles, joyas y cristalería, que estuvo casi siempre oculta el mundo externo.
Siendo así, en 1966 unas cuantas piezas del monasterio salen por primera vez y forman parte de una exposición que recorre algunas ciudades Estados Unidos.
Luego con motivo, del IV Congreso Eucarístico Nacional, realizado en Cuenca, en el año 1967, se abren los claustros, y por primera vez el público cuencano y visitantes de fuera pueden conocer y admirar, tanto el interior de los edificios como las colecciones que allí se guardaban, sin embargo al finalizar el congreso los monasterios volvieron a cerrar sus puertas al público y se dio paso a realizar prolijos inventarios de los bienes en caso de que las puertas fueran abiertas nuevamente.
Se dieron casos excepcionales donde las puertas eran abiertas a público selecto solo por autorización del obispo con fines de investigación.
[1] En 1986 la Junta Monetaria del Ecuador hizo una donación para que el museo pudiera solventar sus gastos y, contra la costumbre local, se cobraría una entrada simbólica a los visitantes.
El 3 de noviembre del mismo año el museo abre sus puertas al público de forma permanente y desde 1988 la dirección del museo definió compartir los ingresos provenientes de las entradas con las religiosas, política que se mantiene hasta la fecha, y en un gesto de retorno las religiosas conocidas como “conceptas” entregaron 470 piezas del museo, que se clasificaron en principalmente en pinturas y esculturas, luego vestidos, ornamentos, muebles, bargueños, baúles, arcones, armarios que en su conjunto sólo enriquecen la colección.
En menor cantidad pero de alto valor se recibió colecciones de porcelana, cerámica, cristal y opalina al igual que unas pocas pero conmovedoras miniaturas elaboradas por jóvenes que decidieron abandonar el mundo para refundirse en el claustro.
Era una construcción pero también una habitación, un hogar que resguardaba en un sentido profundo, era el simbolismo fundamental de la intimidad.
Los valores religiosos y humanos son expresados mediante diferentes colores, formas e imágenes.
Durante 400 años las monjas han realizado bordados que les han permitido tener ingresos para poder vivir, actualmente las religiosas continúan elaborando con mucha paciencia y delicadeza estandartes, manteles, corporales para iglesias, vestidos para las imágenes religiosas y ornamentos litúrgicos para sacerdotes; que son encargados por quienes conocen su valioso trabajo.
Las madres amasaban el pan en una batea grande de madera tal como se ve en la fotografía.
Las niñas que entraban al convento pertenecían, a las clases pudientes relacionadas en los últimos siglos con el comercio de Europa y tenían en sus casas juguetes de ese origen que llevaban consigo al convento para una residencia temporal o definitiva.
Tiene espada y morrión de plata labrada en la primera mitad del siglo XVII.
Los fieles lo festejan dándole una serenata muy temprano y lo llevan en procesión alrededor del convento.
Si las madres oyen alguno ruido en el Claustro, no se asustan pues ellas creen que San Miguel ronda por los corredores para protegerlas.
La Virgen María le pidió a Beatriz fundar una orden de la Inmaculada Concepción.
La imagen del amparo es el símbolo del pedido de la Virgen de establecer un refugió para las mujeres, para aquellas que estaban indefensas y quienes iban a ser cuidadas y protegidas por Santa Beatriz, quienes serían acogidas en la nueva orden.
Como podemos observar en la imagen, vemos a la virgen con la cabeza en alto, pero al mismo tiempo ligeramente inclinada en señal de humildad y respeto.
En esta pintura podemos observar a la Virgen del Rosario sentada en la cima de un árbol y rodeada por varios santos.
[10] Los tres primeros Cristos que podemos observar en esta foto llegana pertenecer a la Escuela del conocido artista Gaspar Sanguríma, quien era de Cuenca, Ecuador.
[11] Ésta escultura fue hecha en el siglo XlX con una técnica de madera encarnada y policromada.
Por otro lado, se dice que algunas veces José Miguel Vélez utilizaba los canutillos de las plumas para usarlos como uñas en las figuras y así darle unas mayor naturalidad a las mismas.
Por ejemplo si vemos el rostro de lado derecho podemos ver a un Cristo que está agonizando, pero si lo vemos de lado izquierdo podemos ver a un Cristo que ya está muerto.
Ésta imagen llega a representar el regreso de las ovejas descarriadas al redil.