Se denomina movimiento polar al desplazamiento que experimentan los polos celestes de la Tierra con respecto a los polos geográficos, como consecuencia de minúsculas desviaciones en el eje de rotación terrestre.[2] Aunque la oscilación de los polos geográficos es de reducidas dimensiones, los satélites de posicionamiento y comunicación, así como otras instalaciones tales como los observatorios astronómicos, deben tener en cuenta este efecto y realizar las oportunas correcciones.[1] Se considera que el movimiento polar es la combinación de tres factores distintos: dos movimientos cuasi-periódicos, y una deriva gradual.[3] Además de estos tres componentes, la ubicación de los polos experimenta variaciones diarias debidas a las mareas, pero sus efectos son muy pequeños.[3] También fenómenos tectónicos como los terremotos pueden alterar la posición del polo.