Estos accidentes han supuesto el replanteamiento de la energía nuclear en países como Alemania.
La ocupación de Wyhl constituyó el nacimiento del poderoso movimiento antinuclear alemán.
En esa misma primavera de 1975 continúa la movilización social contra la nuclearización del Rin, con la participación de ciudadanos alemanes y franceses, refrendando el carácter internacional del movimiento antinuclear.
140.000 personas tuvieron que ser evacuadas y, en 1990, 640.000 se encontraban bajo control médico debido a las emisiones radiactivas; 30.000 km² de territorio permanecerán radiactivamente contaminados durante varias generaciones, y la nube radiactiva se extendió por el territorio occidental de la URSS, alcanzando Europa Occidental.
Las moratorias nucleares se extienden a lo largo y ancho de Europa.
En 1987, en España se intentó llevar a cabo el proyecto IPES, un laboratorio experimental para estudiar cómo responden los granitos a fuentes de radiactividad para conocer su viabilidad como enclave de futuros cementerios nucleares.
Indudablemente es un tema de gran calado social, la población está inquieta ya que ven a la energía nuclear como algo peligroso.
Se enfrentan la eficiencia energética, ya que la energía nuclear no emite CO2 y los peligros medioambientales que son nulos si no se producen accidentes.
Ciertamente países como Francia basan su sistema energético en esta energía.
Como contrapartida hay que asumir el riesgo, aunque las centrales cada vez son más seguras.