Durante las primeras horas de la jornada se izó una bandera republicana, y posteriormente se colocó la estatua en bronce de la Alegoría del Trabajo, que se encontraba en la parte trasera baja del monumento, ocupando el lugar de la del empresario hasta 1951.
Este conjunto arquitectónico del basamento, convierte al monumento en un altar público debido a la supeditación de las figuras secundarias al personaje principal, formando una composición escalonada.
Al analizar la estatua del propio marqués de Larios, la elegancia de la pose, grave y distendida a la vez, se acentúa gracias a la frescura con que sujeta el bastón y el sombrero de copa en la mano derecha, y en la mano izquierda que se la lleva al bolsillo del chaleco; como si el aristócrata simulara un tranquilo paseo, rompiendo con el hieratismo y dando sensación de movimiento.
Respecto a las figuras secundarias, las alegorías de La Caridad y del Trabajo hacen impostación clasicista marcada por la huella realista.
La Madre aupa al Niño hacia el pedestal, cuyas formas femeninas acentúan las telas que se descuelgan en cascada desde la cintura y sirven de alfombra al lugar donde la misma figura apoya los pies.
Como contraste a la dulzura femenina de la Caridad, la alegoría del Trabajo, encarna la fortaleza viril.
Sobre el plinto en el que se sitúa la figura del marqués de Larios hay unas referencias epigráficas: