[2] El castrum se usó a lo largo de los siglos siguientes por los godos, los bizantinos y los lombardos.
En Torba el convento incluyó la torre romana, que había sobrevivido hasta entonces.
[3] La propiedad cambió de manos muchas veces en los años siguientes, hasta que en 1971 lo abandonó la última familia granjera.
Después hubo años de abandono y fue adquirido en 1977 por Giulia Maria Mozzoni Crespi quien se lo entregó al Fondo Ambiente Italiano (FAI), que lo restauró.
En 1986 la larga restauración fue terminada y el lugar se abrió al público.
El perímetro superior está decorado con «colgaduras» o arcos invertidos en ladrillo cotto, que creó un interesante efecto cromático popular en arquitectura románica lombarda.
El pórtico estaba previsto para los peregrinos y los viajeros, quienes de esta forma podían descansar bajo su cubierta y hacer uso del horno cerca del cual está la escalera que lleva a la planta superior de la torre.
Entre esos frescos aún legibles puede distinguirse la figura de una monja que tiene en la inscripción el nombre típicamente lombardo de Aliberga, y una cruz con las letras alfa y omega en los brazos horizontales.
[2] Entre los siglos VIII y XI la segunda planta se usó por las monjas como un oratorio, tal como se muestra por la presencia de un altar (hoy perdido) y representaciones de figuras religiosas en las paredes.