Monasterio de San Bartolomé (Lupiana)

Su construcción como monasterio propiamente dicho comenzó en el año 1374 sobre una ermita ya existente dedicada a San Bartolomé, que databa de 1330.El monasterio contó con tres claustros, de los cuales han sobrevivido únicamente dos.La comunidad sobrevivió a diversos avatares y no le afectó la invasión napoleónica.Constaba de 70 x 11 pies con doce capillas repartidas en el piso bajo y solo contó con tres pandas para permitir una mayor iluminación.Desconocemos como sería el primer claustro, aunque sí ha llegado hasta nosotros la descripción que hizo Fray José de Sigüenza.[5]​ La referencias a las "claraboyas" y la arquitectura "moderna heredada de Godos o Moros" indica que sería un claustro tardogótico con algunas influencias mudéjares.Del claustro solo se llegaron a construir tres de las pandas hasta 1552, dejando una panda abierta para dejar un espacio de acomodo a los enfermos, el llamado «Cuarto Nuevo».La presencia de Lorenzo Vázquez en Lupiana se puede explicar gracias a la conexión entre el monasterio y la familia del cardenal Mendoza.Esta panda contó en origen con cuatro alturas, siendo la última el llamado «corredorcico alto»,[12]​ donde estarían las celdas.Esta coincidencia de diseños viene reforzada porque los tres claustros comenzaron a edificarse el mismo año.Cuando Gregorio XI otorgó la bula en 1373 a Pedro Fernández Pecha y Fernando Yáñez de Figueroa, esta capilla se convirtió automáticamente en la iglesia del cenobio.Dicho sepulcro, que ha subsistido, se encuentra actualmente en el Museo Provincial de Guadalajara.También consta que la duquesa costeó el primitivo retablo así como una serie de vestiduras litúrgicas, joyas, cruces, cálices y una serie de tapices franceses para adornar el altar.Algunas de estas piezas debieron salir tempranamente del cenobio ya que en 1593 se había vendido a la iglesia de Santorcaz (Madrid) una cruz de plata y ébano por 2.600 reales, dinero con el cual se tenía pensado realizar dos retablos colaterales en la iglesia "para tener con más decencia en más lustre las santas reliquias questa casa tiene".Cuando Covarrubias es llamado a Lupiana aún no es más que un joven aprendiz sin mucha trayectoria arquitectónica, por lo que su llamada a trabajar junto a uno de los grandes maestros castellanos como es Vasco de la Zarza, no lo desaprovecharía teniendo en cuenta que el círculo de Enrique Egas ya se le quedaba pequeño.En años sucesivos los frailes únicamente fueron arreglando problemas de la vieja iglesia, renovando las vidrieras, encargando una reja para el coro y algunos detalles que paliasen el continuo deterioro del edificio.Poco después las Actas capitulares del monasterio aprueban la propuesta de pintar y dorar el retablo del altar mayor, obra que se habría de financiar con los "quatro çientos ducados que tenía dados a çenso para que con los réditos dellos y de unas casas que su padre le havía dexado se fuese dorando el retablo..." [24]​ No será hasta 1612, casi un siglo después de que se iniciara el primer proyecto, cuando haya una voluntad firme para renovar el templo.Junto a la portada se une la única torre construida, de cinco cuerpos separados por impostas y pilastras planas.Se habla de Francisco de Mora como posible arquitecto, teniendo en cuenta que fue él quien diseñó la nueva sala capitular hacia 1598, algo que no es posible porque Mora falleció en 1610.Hacia 1630 los frailes encargaron a Rómulo Cincinato, que anteriormente había trabajado en el palacio del Infantado para el V duque del Infantado, la ornamentación de las bóvedas y lunetos de la iglesia.
Vista del monasterio en la segunda mitad del siglo XIX
Columna embutida en el muro de ladrillo
Cerramiento de una de las pandas. Se pueden observar capiteles embutidos en la estructura de ladrillo
Vista del Claustro Mayor
Sepulcro de Aldonza de Mendoza (Museo Provincial de Guadalajara)
Sillería gótica del monasterio, costeada por la duquesa de Arjona
Fachada y torre de la iglesia del Monasterio de Lupiana
Altar elevado de la iglesia del monasterio de Lupiana