Estas vivían en claustros y separados del pueblo al estilo de la vida monástica.
Las ordenanzas decían que se debía evitar toda ornamentación tanto en escultura como en pintura y vidrieras.
Pasados los años dejaron de respetarse estas normas rígidas y las iglesias fueron adquiriendo ricas decoraciones.
Los espacios de la sala capitular, refectorio y dormitorio se ubican indistintamente en cualquier parte del patio, según las necesidades.
Cuando pasado el tiempo, las familias poderosas influyeron sobre estos monasterios, utilizaron dichas salas para recibir su propia sepultura y a veces los refectorios (comedores) son cedidos para grandes banquetes de la aristocracia urbana.