Mitología asiria

Su símbolo fue entonces un disco con alas y también cabalgando sobre un toro, representación con un sentido guerrero.

Su compañera era Ishtar, ya venerada por los babilonios, diosa de la guerra, que le acompañaba en las batallas montada en un carro y portando un arco, del amor y la fecundidad.

[1]​ Unos espíritus benefactores eran los Lamassu, esculturas colosales en forma de toro alado con cabeza humana y otras figuras en relieve también en los muros, que por su función apotropaica, debían proteger a los asirios, por lo que se les colocaba principalmente a las puertas de sus palacios y templos.

Luego existían los malos espíritus, que podían perjudicar de muchas formas a los vivos, como haciéndolos caer en enfermedades o cometer actos criminales.

En muchos casos, se trataba de auténticos exorcismos, ejecutados por verdaderos especialistas, que permitían expulsar a los malos espíritus, mediante su traslado al cuerpo de otro ser.