Aunque Federico II el Grande había poseído el ejército más poderoso y efectivo de Europa, apenas contaba con 60.000 soldados disponibles para seguir luchando en dos frentes contra dos enemigos muy poderosos, sin contar con la amenaza militar de Francia en su flanco occidental; a fines de 1761 Federico el Grande consideraba perdido a su reino y el propio monarca estaba al borde del suicidio.
[1] Inclusive Gran Bretaña, la principal aliada de Prusia, evaluaba suprimir toda ayuda financiera a Federico el Grande si éste no aceptaba negociar una paz con Austria y Rusia, ante las severas derrotas militares prusianas, pues Gran Bretaña ya estaba enfrentándose a Francia y España en ultramar, siendo que sus recursos menguaban para seguir socorriendo a una Prusia al borde del desastre.
Recordando el "milagro" ocurrido a Federico el Grande dos siglos antes, Adolf Hitler esperaba que el Tercer Reich se salvase por algún inesperado accidente como la muerte del presidente de EE.
[2] El ministro nazi de propaganda Joseph Goebbels alentaba a Hitler para mantener esta esperanza en un "accidente inesperado" que salvaría al Tercer Reich.
UU. continuarían la guerra contra el Tercer Reich hasta que éste capitulara sin condiciones.