Como muchos pensaron que se trataba de un fraude, el dueño llevó al ave a la Universidad de Utah en Salt Lake City para que confirmaran su autenticidad.
Olsen seleccionó un joven gallo de cinco meses y medio llamado Mike.
El hacha no alcanzó la vena yugular, dejando un oído y la mayor parte del tronco encefálico intacto.
[3][4] A pesar del errado hachazo que le propinó Olsen, Mike seguía siendo capaz de mantener el equilibrio sobre una percha y caminar con torpeza; incluso intentó acicalarse y graznar, aunque no lo consiguió.
Cuando se habituó a su inusual nuevo centro de gravedad, Mike pudo fácilmente alcanzar por sí mismo las perchas más altas sin caerse.