Durante algún tiempo colaboró en el estudio de quien había sido su profesor Secundino Zuazo.
En la postguerra, al manifestarse dentro del modernismo un estilo eclético, el arquitecto Miguel Martín-Fernández de la Torre se adscribe a la arquitectura autártica impuesta por el Mando Económico y fruto de ello fueron, entre otros la Casa del Niño en el Paseo y Vega de San José.
También se sumó a una corriente revalorizadora del estilo Neo-canario que ya se venía fraguando desde antes de la Guerra Civil y que cristalizó con el trazado, por él, del Parador de Tejeda, más tarde la Casa de Turismo del Parque Santa Catalina en 1940 e inaugurada en 1945, así como el Pueblo Canario, que incluye el Museo Néstor, dedicado a su hermano y del Hotel Santa Catalina, finalizados en los años 1950.
Estos trabajos fueron auspiciados e ideados conjuntamente con su hermano, el pintor simbolista Néstor, fallecido prematuramente en 1938, sin que hasta entonces nada se hubiese hecho, cosa que Miguel llevó a cabo en años siguientes.
Ambos se propusieron la recuperación del regionalismo para exhibirlo como una identidad que actuara de reclamo turístico y publicitario.