Miguel Marqués
Sus progresos musicales fueron tan evidentes, incluidas tempranas dotes como compositor, que sus parientes, amigos y conocidos reunieron una suma para que marchara en 1859 a París a estudiar violín con Jules Armingaud y Delphin Alard.[2] Llegó a estrenar hasta cinco sinfonías en la Sociedad de Conciertos, la tercera en especial con enorme éxito, impresa e interpretada también en el extranjero (por ejemplo, Levy la dirigió en Múnich); la más innovadora fue la cuarta, por los rasgos avanzados de su articulación tonal.Críticos como Antonio Peña y Goñi[3] se entusiasmaron con sus obras pero el ambiente musical español no le permitía subsistir más que tocando como violinista en los teatros (tenía incluso que pagar las particellas de sus sinfonías de su peculio).Entre 1889 y 1895 la producción de Marqués se orienta hacia el teatro por horas, con obras poco ambiciosas.Allí volvió a la composición sinfónica, aunque sus nuevas obras no trascendieron del ámbito local.